sábado, 27 de abril de 2013

MAS DESPACIO....

Estación del Metro de Washington, DC. Una fría mañana de enero de 2007.
Un hombre con un violín toca seis piezas de Bach por alrededor de 45 minutos.
Durante ese lapso aproximadamente 2 mil personas transitaron por la estación,
la mayoría de ellos rumbo al trabajo

Después de tres minutos un hombre de mediana edad se da cuenta de que hay un músico tocando.
Disminuye su paso y se detiene durante algunos  segundo antes de apresurarse a continuar con su camino.
4 minutos después:
El violinista recibe su primer dolar:una mujer arroja el dinero en su sombrero y sin detenerse continua su camino.
6 minutos:
Un hombre joven se apoya contra la pared para escucharlo,luego ve su reloj y comienza a caminar de nuevo.
10 minutos:
Un niño de 3 años se detiene pero su madre lo obliga a continuar apresuradamente.
El niño se detiene para mirar al violinista otra vez, pero su madre lo obliga a seguir con su camino,
el niño volteó a ver al violinista todo el tiempo.
La acción es repetida por otros niños varias veces.
Cada padre, sin excepción, obliga al niño a moverse rápidamente.
45 minutos:
El músico sigue tocando.
Solo 6 personas se detuvieron y escucharon por un corto tiempo.Otras 20 le dieron dinero pero continuaron con su destino.El hombre había recolectado cerca de $32 dólares.
1 hora:
Termina de tocar y el silencio vuelve.Nadie se enteró, ninguno aplaudió y nadie le hizo reconocimiento alguno.Nadie lo sabía, pero el violinista era
Joshua Bell, uno de los músicos más grandes del mundo.
El había tocado una de las piezas musicales más trabajosas jamás escritas con un violín valuado en $3.5 millones de dólares.
Dos días antes Joshua Bell abarrotó un teatro en Boston,donde el costo promedio del asiento fue de $100 dólares.
La interpretación de Joshua Bell tocando de incógnito en la estación del metro fue organizada por el Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y la prioridad de las personas.
La cuestión era:¿En un ambiente común a una hora inapropiada, percibimos la belleza?,
¿nos detenemos a apreciarla?,¿reconoceríamos el talento en un contexto inesperado?
Una posible conclusión fue que si no nos detenemos un momento a escuchar a uno de los mejores músicos en el mundo, tocando una de las mejores piezas musicales jamás escritas, con uno de los más hermosos instrumentos jamás fabricado….

¿Cuantas otras cosas nos estamos perdiendo?

miércoles, 17 de abril de 2013

ME AMO Y ME APRUEBO TAL COMO SOY

                                               


Dios, la Vida y el Universo me aman y me aceptan tal como soy, no me juzgan.
Me amo y me apruebo. Me acepto tal como soy.
Dejo marchar el pasado y perdono a todo el mundo.
Acabo con toda critica.
No me critico. Tampoco critico a los demás.
Todos los acontecimientos que tienen lugar en mi vida y todas las personas con las que me relaciono me enseñan valiosas lecciones.
Mi vida viene en oleadas, con experiencias de aprendizaje y periodos de evolución y renovación. 
Necesito partir del espacio de amor de mi corazón y considerar a cada persona en este planeta alguien que necesita ser amado y valorado. Y así el mundo será un lugar mucho mejor para vivir.
Amo, valoro y apoyo a todas las personas de mi vida.

jueves, 11 de abril de 2013

HOJAS QUE SE DESPRENDEN


Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.
Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae “sino que llegado el escenario del otoño inicia la danza maravillosa del soltarse.
Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento.
Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación.
La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose a la sinfonía del viento traza un indecible canto de libertad y supone una interpelación constante y contundente para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.
Cada hoja al aire me está susurrando al oído del alma ¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!.
Cada hoja que se desata queda unida invisible y sutilmente a la brisa de su propia entrega y libertad.
Con este gesto la hoja realiza su más impresionante movimiento de creatividad ya que con él está gestando el irrumpir de una próxima primavera.
Reconozco y confieso públicamente, ante este público de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana, que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.
Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.
Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles, con estos hábitos perennes, con estas conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados, con este entorno ya conocido…
Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que “se dejan caer”.
Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe, confianza, esplendidez y donación.
Sé que cuando soy yo quien se suelta, desde su propia conciencia y libertad, el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.
Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que ser arrancadas por un viento mucho más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.
Del libro “La Sabiduría de Vivir” de José María Toro


domingo, 7 de abril de 2013

LA GENTE QUE ME GUSTA



Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de la misma vida. 
Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio. 
 Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto. 
Me gusta la gente que posee sentido de la justicia. 
A estos los llamo mis amigos. 
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada. 
Me gusta la gente que con su energía, contagia. 
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera. 
Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata. 
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. 
La gente que lucha contra adversidades. 
Me gusta la gente que busca soluciones.  
Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen. 
Me gusta la gente que tiene personalidad. 
Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón. 
La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE. 
Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido