La abundancia no es algo que
fabricamos, sino algo que aceptamos y con lo que sintonizamos.
Si nuestra mente cree en la escasez,
esperando únicamente una pequeña porción de la abundancia que la vida ofrece,
entonces eso será lo que experimentaremos en nuestras vidas.
Solemos recibir aquello que estamos
dispuestos a aceptar, y cuando nos encerramos en nosotros mismos no es por
falta de disponibilidad sino por obedecer creencias basadas en la escasez.
Al formarnos los conceptos de
abundancia y prosperidad entendiéndolos como algo que merecemos, advertimos un
gran cambio.
En primer lugar, cambian los
pensamientos sobre lo que creemos merecer.
Luego modificamos nuestros
pensamientos lentamente.
Por fin, llegamos a saber y a creer
que cualquiera sea el objeto que deseemos, ya se encuentra aquí, y que nuestra
propia convicción es la que provocará su manifestación.
No me cansaré de repetir una y otra
vez que lo que hacemos es expandir aquello en lo que situamos nuestras miras.
Creer en la escasez genera la escasez
y la convierte en rectora de nuestras vidas. El mismo principio se aplica
cuando se trata de la abundancia.
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