Un corazón que sólo se expande muere. Un corazón que sólo
se contrae muere. También lo muestra la respiración: los pulmones que sólo
inhalan mueren. Y si sólo exhalan mueren. Así podríamos ir órgano por órgano,
parte por parte de nuestra vida y encontraríamos el mismo diseño.
Dar cuando podemos. Pedir cuando necesitamos. Éste es el
diseño. Nadie lo sabe todo. Nadie lo necesita todo. Todos somos una parte de un
gran círculo. Si queremos encontrar el camino de la armonía, cada uno tiene que
hacerse cargo de su lugar en el círculo.
Las culturas indígenas que no se perdieron, viven hace
miles de años con la sabiduría del círculo. En un círculo todos estamos a la
misma distancia del centro. Si tomamos al centro como la Esencia, el Gran Espíritu, Dios, la fuerza creadora del
Universo, la Energía Cósmica, etc., todos estamos a la misma distancia del más
puro Amor Incondicional. Cada parte del círculo ve su perspectiva del centro y
del resto del círculo. Todos los puntos de vista son complementarios e
interdependientes. La energía fluye por toda la ronda y todos sus integrantes
sienten la vibración que circula en ese momento. Algunos son más sensibles a
esa energía. A esos seres los llamamos emergentes o portadores, porque ellos son
los primeros por los que se manifiesta una situación que le pertenece a todo el
círculo. Si el grupo se hace cargo de que todo lo que emerge del círculo forma
parte de él, el portador no estará solo con su situación, sino que tendrá el
acompañamiento de una familia para sanar y ser quien es. Así como con el correr
del tiempo, el círculo descubrirá que hasta el menor detalle forma parte de lo
que tiene para sanar, aceptar, incluir, despertar, vivir y transformar.
Los emergentes pueden traer dones o carencias. Ambos son
un regalo para todo círculo despierto. Caminando estas situaciones y haciéndose
cargo del lugar de cada uno, los integrantes se descubrirán a sí mismos.
Así como los colores del arco iris se reconocen frente al
espejo que le da el agua, los humanos nos reconocemos a nosotros mismos frente
al espejo que nos da el círculo de nuestras relaciones. Como ya vimos con
anterioridad, ese espejo puede ser puro y cristalino o deformante y envenenado.
Pero cuando formamos parte de un círculo, ya no solamente nos reconocemos en un
reflejo, sino que tenemos varios espejos donde vernos y sobre todo, la
contención de los integrantes del círculo para sanar cualquier situación. Todo
lo que emerge del círculo forma parte de él. Cada integrante ve su pedazo de
verdad desde su lugar. Y tiene que recorrer un sendero diferente para llegar
hasta el centro. El sendero de cada uno es sagrado. Por eso el círculo es la
figura elegida por los pueblos indígenas para replicar nuestra realidad, porque
en un plano de dualidad, toda verdad tiene su contraria, también verdadera y
las dos forman parte del círculo de la vida.
La historia de la Humanidad es una y otra vez la guerra
entre los opuestos del círculo por demostrar cuál de las dos verdades es más
verdad, sin poder aceptar que la fuerza de la creación, el Amor, están en ambas
de igual manera. Por eso los ancianos nativos reconocían al consenso como la
mejor expresión de la totalidad. Comprendían que si apoyaban a un solo punto de
vista, negaban la verdad que existía en el otro extremo y tarde o temprano
tendrían que reconocerla. Por eso no hacían votaciones sino que trabajaban en
los encuentros y en las diferencias hasta encontrar la unanimidad. Sabían que
la vida es un círculo. Damos lo que tenemos y recibimos lo que necesitamos.
Los integrantes del círculo comprendían que el pequeño Yo
es muy limitado y a través de las experiencias y de la complementariedad de los
puntos de vista, se encontraban con una inteligencia muchísimo más amplia,
capaz de traducir de mejor manera a la vida, y cuidar a todos los lugares del
círculo: la sabiduría del Nosotros.
La palabra Yo ni siquiera existía en la mayoría de las
lenguas nativas, porque a la hora de definirse, sabían que la individualidad
era sólo un punto, ya que ningún individuo puede existir sin un círculo que lo
reciba, lo vea y le permita dar lo que tiene y recibir lo que necesita. Todo
círculo se sostiene gracias a la fortaleza y a las debilidades de cada uno de
sus integrantes. Esa comprensión de la existencia humana, esa profunda unión
entre la individualidad y la totalidad, nos recuerda que nuestro destino
siempre estará unido en el Nosotros.
Cuando estás sentado en un círculo, a la misma altura que
tus pares, tu autoridad no viene de una jerarquía preestablecida, un título
universitario o una clase social, sino que tus palabras llegan al corazón del
resto de los integrantes y el resonar de tu eco en ellos te dará la autoridad o
no.
Los círculos les confiaban responsabilidades a ciertos
integrantes para que llevaran adelante tareas que toda la comunidad necesitaba.
Pero esas facultades eran dadas y quitadas por el circulo, cuando éste lo
acordara.
La sociedad occidental no se organiza como un círculo, se
organiza como una gran pirámide al servicio del vértice superior.
Por medio de la experiencia, nuestra cultura está
descubriendo una comprensión del círculo que los pueblos nativos manejan desde
hace siglos: nuestro bienestar en la existencia, depende del bienestar del
resto de los integrantes del círculo de la vida.
En el círculo de la vida estamos sentados todos los seres
vivos y la realidad que conocemos como realidad tangible, es la suma del punto
de vista de todos los seres que integran el círculo: las piedras, las plantas,
los árboles, los insectos y los animales que nadan, se arrastran, caminan y
vuelan. El agua, el aire, el viento, el fuego, los seres de la Tierra, los
seres del “Cielo”, los seres visibles, los invisibles y los humanos.
Todos estamos sentados en un mismo círculo al amparo de
la Madre Tierra y el Padre Cielo, que son los seres creados para velar y
sostener la vida en este rincón del Universo.
Nosotros los humanos creemos que somos el centro del
círculo. Estamos perdidos en el Yo. Eso es el egocentrismo. Los humanos
teníamos que pasar por esta experiencia de separación y pérdida. El resto de
los seres vivos siempre lo supieron.
La pregunta es: ¿decidiremos volver a nuestro lugar en el
círculo de la vida a través del Amor o de la falta de Amor? ¿Estamos dispuestos
a abandonar este lugar egocéntrico que ocupamos y que está convirtiendo a la
Naturaleza en un desierto o vamos a aprender viviendo en un desierto?
Formamos parte de un círculo, de una familia planetaria,
que nos ayudará a hacernos cargo de nuestro camino de vuelta a casa.
¿Nos animaremos a ser quienes somos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario